El Qi Gong es una disciplina que no se orienta a la demostración externa ni a la obtención de resultados inmediatos. Su objetivo fundamental es el cultivo integral del ser humano mediante la regulación del cuerpo, la respiración y la mente. Cuando se establece la quietud interior, el practicante redescubre su propia estructura natural: la respiración se profundiza, la postura se armoniza y el corazón se abre a un estado de mayor claridad. Este proceso revela que el Qi (energía vital) es una capacidad inherente y que el De (virtud) constituye el principio organizador indispensable para su desarrollo ordenado.
En el contexto
de las artes internas, el término De no hace referencia únicamente a la
moral social, sino a un principio de integridad y coherencia interior.
Representa la disposición correcta del carácter, el alineamiento de las
acciones con los valores más elevados y la capacidad de mantener la rectitud
incluso sin supervisión externa. El De actúa como raíz: sin él, el cultivo
energético carece de dirección y puede derivar en desequilibrio; con él, la
energía se organiza, se estabiliza y se vuelve fecunda. Por esta razón, toda
práctica auténtica de Qi Gong comienza con la formación del carácter, la
disciplina y la claridad de propósito.
El Qi (energía vital) es la consecuencia directa de un estado interno equilibrado. Aunque las técnicas de movimiento, respiración y atención son herramientas valiosas, su efectividad depende de la calidad del fundamento ético y mental del practicante. Cuando el De está presente, el Qi fluye de forma natural, sin necesidad de forzarlo. El trabajo sobre el Qi incluye fortalecer la vitalidad, armonizar las funciones corporales y desarrollar la sensibilidad interna. El trabajo sobre el De, en cambio, se enfoca en corregir los hábitos, regular las emociones y establecer un criterio firme y compasivo en la acción. La interacción entre ambos produce una transformación integral: la energía sin virtud se vuelve inestable; la virtud sin energía permanece incompleta. Su integración constituye la base del verdadero camino interno.
El proceso de
entrenamiento exige constancia y una actitud consciente, alejada de la búsqueda
de atajos. La práctica cotidiana, a través de la repetición metódica y la
atención al detalle, ordena progresivamente al individuo: primero en el plano
interno, liberando tensiones, equilibrando las emociones y clarificando la
mente; después en el plano externo, modificando la postura, simplificando el
gesto y otorgando a la mirada una cualidad más serena. Este proceso gradual es
el verdadero fruto del Qi Gong y no la obtención de efectos extraordinarios o
demostraciones espectaculares. Su resultado es la presencia: un estado estable de
coherencia y lucidez.
El Qi Gong se
fundamenta, por tanto, en la integración inseparable de De y Qi.
Sin De, el Qi se dispersa; sin Qi, el De carece de soporte. La práctica
ordenada conduce a un equilibrio integral que abarca la vitalidad física, la
claridad mental y la rectitud ética. Esta síntesis constituye la meta de
quienes siguen el Camino Interno y desean realizar, en la vida cotidiana, la
unión de energía, mente y carácter.
Cuando el De se
establece, el Qi se ordena.
Cuando el Qi se ordena, la mente se aquieta.
Cuando la mente se aquieta, el corazón se abre.
Y cuando el corazón se abre, la vida entera se convierte en Camino.
Escuela
Superior de Qi Gong y Artes Internas
Extracto del libro “Encontrando el Origen del Cielo” – Maestro Matías Wan
Hui Di
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